Por cuarta vez, hizo el trabajo que no era. El profesor le dijo con tono de burla: pedí un ensayo no una relatoría. Carlos levantó lentamente su cabeza y todos lograron ver como las lagrimas salían de sus ojos y bajaban por su rostro. Intentó decir: lo siento, pero las risas de sus compañeros ahogaron sus palabras. No volvió a clase. Ahora vive en el Hospital Mental de la ciudad y su única compañera es la camisa de fuerza. Los médicos dicen que solo repite cuatro palabras: debí hacer un ensayo.
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