Cuando el amor de su vida lo abandonó sintió su mundo desmoronarse a pedazos. Cada día el suplicio de abrir los ojos y sentirse solo le quitaba las ganas de vivir. Pensaba en el suicidio, pero no era un cobarde para hacerlo, pues creía que la vida debía afrontarse tal y como viniera. Eso sí, dejó de comer, dormía poco, fumaba mucho y su mejor aliado era el vodka. Los días eran muy largos y solo se distraía con los vídeos en los que la abrazaba. Un día, sin saber cómo ni por qué, ella regresó y él sintió como poco a poco, a pedacitos, su corazón se desgarraba y se desprendía, para darle, por fin, la paz eterna.
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