Diego Mora | Publicado el 16 de agosto de 2011 El Colombiano
Debo confesar que hace un año era más feliz, sentía alegría de levantarme y pensar ¡Qué buen país en el que vivo! ¡Vamos por buen camino! Miraba el rostro de mi hija y me llenaba de esperanzas al entender que vivía en un país mejor del que me tocó cuando niño. Escuchaba las noticias en la radio o veía los noticieros de televisión y percibía otro ambiente, se vislumbraba un futuro mejor.
Debo confesar que hace un año era más feliz, sentía alegría de levantarme y pensar ¡Qué buen país en el que vivo! ¡Vamos por buen camino! Miraba el rostro de mi hija y me llenaba de esperanzas al entender que vivía en un país mejor del que me tocó cuando niño. Escuchaba las noticias en la radio o veía los noticieros de televisión y percibía otro ambiente, se vislumbraba un futuro mejor.
Un año después no siento lo mismo. A pesar de levantarme en las mañanas con ánimo a trabajar y procurando hacer feliz a mi familia, siento y percibo que mi país, esta Colombia tan bella pero tan maltratada por años y años de violencia absurda y sin sentido, no va por el mejor camino o al menos por el camino que en los últimos años elegimos la mayoría para salir del abismo en el que nos habíamos sumido o en el que nos obligaron a meternos algunos delincuentes.
La discusión se ha centrado en si la percepción del país está cambiando. Cada colombiano debe hacer su evaluación, tomar posición y de ser posible expresar su opinión, pero que no pretendan algunas personas decirnos que la violencia del país sigue igual que años anteriores, solo que ahora los ataques terroristas son más visibles. Que la seguridad en las vías del país sigue igual, pero muchos soldados y policías se han ido a combatir al monte, cuando años atrás se pudo combatir en las montañas y brindar seguridad a los viajeros.
La discusión se ha centrado en si la percepción del país está cambiando. Cada colombiano debe hacer su evaluación, tomar posición y de ser posible expresar su opinión, pero que no pretendan algunas personas decirnos que la violencia del país sigue igual que años anteriores, solo que ahora los ataques terroristas son más visibles. Que la seguridad en las vías del país sigue igual, pero muchos soldados y policías se han ido a combatir al monte, cuando años atrás se pudo combatir en las montañas y brindar seguridad a los viajeros.
No sé de economía, pero ojalá no se les olvide a muchos colombianos sin memoria, entre ellos periodistas, expresidentes, ministros y muchos más, que años atrás teníamos una tasa de crecimiento casi nula y que gracias a alguna medidas, entre ellas el fortalecimiento de la seguridad, Colombia logró crecer de manera sostenida incluso contra la tendencia de la región y del mundo.
Y ese fortalecimiento es el que tiene ahora a nuestro país en la mira del Banco Mundial como una posible potencia en la región.
Hace unos años, el país no estaba polarizado, seguíamos un camino que entendimos era el mejor de todos. Ahora, infortunadamente, siento que lo está y no precisamente por culpa del expresidente tuitero. Lo está porque en los últimos años los colombianos aprendimos a no callar si no estamos de acuerdo.
Algunos o muchos quizás critican que un expresidente participe en la política nacional con tanto celo y pasa porque los exmandatarios nos acostumbraron a entregar el poder el 7 de agosto y empezar a vivir de la pensión.
Claro, ninguno de ellos dejó el poder con el 80% de aprobación de su gestión, ninguno de ellos dejó la economía creciendo, ninguno de ellos dejó al terrorismo debilitado, ninguno de ellos se hizo querer del país.
Seguiré creyendo en mi país porque ya conocemos el buen camino, también seguiré creyendo profundamente en Álvaro Uribe Vélez, porque él fue quien nos mostró ese camino.
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