El remordimiento era su medicina para el dolor. Pensar y castigarse por lo que había hecho era su mejor opción, así lograba desaparecer por momentos los fantasmas de la agonía. Los años pasaban sin encontrar respuestas inteligentes para sus sentimientos, solo preguntas, interrogantes infinitos que se colaban en su mente buscando morir al ser contestados. Llegó el final, su mente no aguantó más y logró escaparse a un lugar del que jamás volvería a salir. Los médicos poco pudieron o quisieron hacer, su mejor amiga ahora es la soledad y en ocasiones la camisa de fuerza que le evita sentir más dolor.
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