Un día despiertas comienzas con tu rutina, cumples con tus obligaciones, sonríes, saludas y vuelves a sonreír. Todo parece ir bien, no tiene porque ir mal, eres responsable ante la sociedad y así no sufres ningún problema. Regresas a casa, te acuestas a dormir y de repente sientes como miles de pensamientos llegan y se atraviesan, sin ganas de irse hasta que los resuelvas, porque además siempre vienen en forma de preguntas. Casi nunca hay respuestas, por eso las evades, te volteas y finges que todo está bien. Dejarás de fingir el día en que tu vida dependa de esas respuestas, pero tal vez será demasiado tarde.
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