Siempre pensó que no necesitaba cambios en su vida, que con la
forma que tenía de hacer las cosas era suficiente pues, al fin y al cabo,
funcionaban. No tenía sobresaltos ni sorpresas, todo estaba debidamente
organizado y había un momento preciso para cada cosa. Se sentía feliz con la
rutina, con los cálculos, con tener una vida cuadriculada y perfecta a los ojos
de los demás. Por eso, no supo qué pasó cuando de repente conoció a aquella
persona que le mostró que existían otros caminos. Sin embargo no le alcanzó el
tiempo para, probar y sentir, vivir la vida a rayas, porque todo espera, menos
la muerte.
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