Fue inevitable, al volverla a ver sentí como pedazo a pedazo mi corazón se reconstruía y resucitaba. No sé cuánto tiempo pasó desde su despedida, tal vez un siglo o solo cinco minutos, pero sé que sobreviví gracias al recuerdo que su ausencia me dejó. No quise pensar en el porqué de su huida y el porqué de su regreso, solo quería abrazarla y no soltarla jamás. Pero nada es lo que parece o lo que queremos que sea, regresó porque no tenía a donde ir y sabía que no le negaría la posibilidad de quedarse. No sé cuánto tiempo lo hizo, un siglo o solo cinco minutos, pero sé que ha sido la época más feliz de mi vida.
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