Si usted está leyendo esto, como era de esperarse, el mundo no se acabó el pasado viernes 21 de diciembre. Bueno, simplemente no se cumplió la mala interpretación que comercialmente algunos hicieron del calendario maya, que indicaba un cambio de era, una transición que cada uno, si le nace, asume de acuerdo a sus creencias.
Como decía, el fin del mundo lejos de ser una realidad, fue la excusa perfecta para mercadear los miedos que al ser humano le producen este tipo de situaciones, que toman fuerza solo por la importancia, en este caso exagerada y mentirosa, que le dan los medios de comunicación a este caso. Pasa igual cuando se sobrepasan cubriendo el desastre de un terremoto, de una tormenta o la caída de la bolsa de valores.
Películas, documentales, especiales para televisión, libros, venta de refugios subterráneos y mil cosas más, hacen parte de una lista de necesidades que se crean a raíz de una apocalíptica "promesa" que muchos asumen literal y que los lleva a tomar decisiones, en la mayoría de los casos erradas; así como esa pareja en Cali que se suicidó para no tener que presenciar la destrucción del mundo, según la nota que dejaron.
Pero el mundo se acaba todos los días. Solo en 2012 ¿a cuántos policías y militares asesinados por el terrorismo se les terminó la vida por el simple capricho de unos bandidos sin ideología? ¿Cuántas mujeres y niños inocentes fueron víctimas casuales de una guerra sin sentido en nuestro país? ¿Acaso 50 años de una confrontación armada no es intentar acabar con este pedazo de mundo que es Colombia?
No podemos llamarnos a engaños: cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo el mundo se acaba. Parece que esa fuera la tarea principal del ser humano, una función innata que viene en sus genes. Proliferan las armas (no solo los rifles y pistolas, tan fáciles de comprar en Estados Unidos, también las nucleares que pueden desaparecernos a todos en minutos), los malos políticos son los que ganan las elecciones (por eso pierden las sociedades), el camino sencillo de conseguir algo es el que la mayoría toma (ser honesto no es una obligación sino una opción)…
Por último: no diré aquí cuál es el camino para seguir, ni qué debemos hacer para evitar que a diario acabemos con el mundo, pues esa debe ser una elección de cada uno. No obstante, creo que si no cambiamos rápido de rumbo el apocalipsis será un cuento de niños al lado del desastre que estamos causando.
Como dice la canción: es tiempo de cambiar….
@DiegoMorita
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