He tenido la oportunidad en los últimos meses de viajar y conocer, como nunca antes, Colombia. He estado en lugares que no tenía ni la menor idea de que existían. Por ejemplo, Paz de Ariporo en Casanare, o Zaragoza, en el Valle del Cauca, (este último, un lugar triste a borde de carretera en la vía a Buenaventura).
He disfrutado de la buena comida que ofrecen las diferentes regiones. Un buen desayuno con yuca y suero en Valledupar, un delicioso tamal en Ibagué, las empanadas del Obelisco en Cali, acompañadas de una fría lulada, un asado huilense en Pitalito y la maravillosa mamona en Yopal.
He visto los paisajes más hermosos viajando por carretera entre Riohacha y Hatonuevo en La Guajira. El verde de las montañas de nuestro país no tiene comparación, el color de la naturaleza le permite a uno soñar y hasta creer que se encuentra en el paraíso.
No obstante, las cosas no son color de rosa. Vivimos en un país lleno de contrastes. A lo anterior y con seguridad a todo lo que me falta por conocer, hay que sumarle (o quizás restarle) que el momento actual por el que pasamos no es fácil. Viajar nos permite la licencia de conocer mucha gente, de hablar, de interactuar y por unos instantes explorar sus mundos. Infortunadamente, mi conclusión es que en la mayoría de los colombianos reina, en este momento, la desesperanza y la incertidumbre.
Y no me refiero solo a la seguridad, que sin duda se ha perdido (no solo con las dudas que deja el proceso en La Habana sino con la arremetida del Eln o el accionar de las bacrim), también lo digo por los problemas sociales que padecen muchos colombianos. El paro nacional, que aun afronta el país, es una clara muestra de que lo hecho por el gobierno es poco, por no decir nulo.
Recuerdo cuando el presidente Juan Manuel Santos anunció que se iniciarían los diálogos con las Farc y fue vehemente en señalar que esto no se convertiría en su obsesión, que no dejaría de lado las prioridades del país. Hoy, está claro que no fue así. La Habana pone la agenda del país y aparte de lo que allí sucede y la entrega de casas gratis (promesa que no se cumplirá), este gobierno no hace más nada. ¿O acaso ya sabemos qué pasará con San Andrés o se empezó a reconstruir Gramalote?
Por último: disfrutar de Colombia es un derecho que tenemos todos, para hacerlo con tranquilidad lo único que necesitamos son certezas ¿será que pueden dárnoslas los gobernantes de turno? Les queda un año….
@DiegoMorita
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