Confieso que guardaba la
esperanza de que el avión perdido de Malaysia
Airlines apareciera, pero no destruido por haberse estrellado sino secuestrado. Ojalá nos anunciaran que se encuentra en algún lugar
ultrasecreto del planeta en condiciones espectaculares, fantásticas, como en
las películas, al estilo de esa malísima, La Colonia, con Van Damme y que era
una isla en la que vivían, después de supuestamente morir, los criminales más
peligrosos del mundo.
Porque eso es lo que necesita
esta humanidad (aunque a veces nos quede grande ese rótulo), más ficción (de la
buena) y menos realidad (de la mala). El día a día, la situación en cada
continente, en cada país es de película de terror (esa de sustos inesperados
que ponen a gritar hasta al más verraco de los verracos), con la diferencia de
que los muertos, la tristeza y la desolación son reales y ahí sí, la cosa no
aguanta.
Solo hagan un repaso por el mundo.
Señalen cualquier país y es fácil concluir que los humanos damos pasos acelerados
para autodestruirnos. La pelea de Rusia con Ucrania. Kim Jong-un en Corea del Norte
(pero sigan en Twitter a @norcoreano para que se diviertan), Egipto, Venezuela,
México y de última, pero no menos importante en esta corta lista, Colombia. Hoy
la humanidad sobrevive a pesar de ella misma. Sí, quizás sueno dramático, pero
el drama también es un género cinematográfico.
Por eso, que bueno que en vez de
anunciarnos que el avión se estrelló en el océano índico, nos dijeran que
personas o seres no identificados, han hecho contacto y dicen tener en su poder
el Boeing 777-200ER, a todos sus pasajeros y la tripulación sanos y salvos. Que
nos digan que la comunicación fue corta y no pudo ser rastreada pero que el líder
del grupo volverá a llamar. - ¿cuándo? - Ni idea, toca estar pendientes…
De inmediato las grandes
potencias se unirán en una búsqueda implacable (pero sin Liam Neeson, aunque
sería buenísimo que él participara porque encontró a su hija en dos días y la
rescató de una red internacional de tráfico de personas, ver Taken) y las
diferencias diplomáticas quedarían a un lado porque la prioridad es encontrar
el avión y que triunfe la justicia.
Mientras tanto, en un punto
indeterminado, el avión y sus pasajeros descansan tranquilos, porque no es un
secuestro común y desalmado, como los de las Farc que amarran a la gente a
árboles, los torturan y asesinan, así porque sí, por su propia seguridad…, no,
aquí los pasajeros están en un lugar agradable, comen y duermen bien y mientras
esperan a que todo pase, están en el mar o en la piscina, tomando margaritas,
mojitos y no falta el que pida un guaro.
Científicos trabajarán día y
noche para fabricar un artefacto que proyecte la voz en 18 dimensiones, así
cuando el líder del grupo vuelva a llamar, ellos podrán rastrearlo y además se
reflejará en una pantalla en lugar exacto en el que se encuentran. Putin y
Obama compartirán la misma habitación en un búnker construido especialmente
para el manejo de esta crisis y jugarán Xbox en sus ratos libres. A Kim Jong-un
le tocará compartir catre con Juan Manuel Santos (para que sepa lo que es bueno
–malo-) y después de mucho intentarlo y al no lograr una comunicación fluida,
deciden jugar la ley del silencio.
Suena el teléfono, una voz fuerte
pero amable pide que lo comuniquen con quien esté a cargo. Todos están
enguayabados, así que ponen al teléfono a Maduro, que nadie lo invitó a la
fiesta. Después de 30 segundos, el líder se desespera y decide asesinar a todos
los pasajeros, ¿cómo es posible que le pregunte dónde queda Malasia? (Final
alternativo, pero mejor sacamos a Maduro de la historia, porque nos la daña).
Suena el teléfono, una voz fuerte
pero amable pide que lo comuniquen con quien esté a cargo. Es jueves, entonces
le toca a Angela Merkel. La conversación es agradable, el líder pide
simplemente que las naciones se pongan de acuerdo en un mecanismo para acabar
las guerras. Merkel se muestra de acuerdo, pero Kim escucha esto y aprovecha,
antes de que se los quiten, para lanzar unos misiles. Es que se aburre porque
no tiene con quién hablar.
No es difícil para las potencias
mundiales ponerse de acuerdo, todo es cuestión de voluntad, aunque Juan Manuel Santos interrumpiera
siempre la sesión para preguntar si estas acciones califican para el Nobel. Se
desarman los artefactos nucleares. Kim hace una pataleta porque no sabe con qué
va a jugar en los ratos libres, así que David Cameron, primer ministro de
Inglaterra, le regala un Wii. Todo está listo, solo falta esperar la llamada.
Las horas son intensas, pero se
entretienen viendo las ocho temporadas de 24 que están pasando por Fox Extra,
como antesala al estreno de la novena en mayo. Todos se preguntan qué tipo de
celular tiene Jack Bauer que nunca se le descarga la batería y qué energizante
toma para que no le dé sueño.
Maduro vuelve a pedir ingreso al
grupo en Facebook que crearon los presidentes para atender la crisis, pero es
rechazado por sexta vez, porque la solicitud la trata de hacer por Twitter.
La llamada tarda más de lo
esperado. Tienen tiempo de ver las siete partes de Saw, el juego del miedo.
Todos se asustan porque Kim pone cara de contento, al parecer las películas le
han dado nuevas ideas. Pero se vive en calma. El mundo está tranquilo. Las sociedades
aprenden a dirimir sus diferencias sin necesidad de recurrir a la violencia,
con una excepción: las Farc que piden que después de esta crisis el año en que
arranque la nueva era de la tierra sea 1960, para que su discurso, ahí sí,
tenga vigencia.
El teléfono suena. El líder del
grupo, comprueba que sus demandas han sido cumplidas. Los presidentes están de
acuerdo en todo, Kim sigue llorando, porque él no sabe hacer más nada en la
vida y sin su tío la vida no es igual, pero termina por aceptar. Juan Manuel
pregunta de nuevo si esto hace méritos para el Nobel o que sino él sigue con su
proceso en La Habana, Putin y Obama se
unen en una sola nación, el final es feliz, muy feliz para el gusto de la crítica
en Hollywood, pero lo importante es que el ser humano triunfa y aplaza su
extinción, por un tiempo (¿cuánto?).
Por eso hubiera querido que el
avión perdido de Malaysia Airlines
apareciera, pero no destruido por haberse estrellado. Sin embargo la realidad
supera la ficción (tal vez la mayoría diga que así debe ser) y nuestro planeta,
nuestros países, nuestras sociedades siguen igual y con tendencia a empeorar.
Por eso quisiera que todo no fuera más que una película que puedo quitar cuando
desee e incluso, escoger el final que quiero para ella.
PS: quien lea esto y se anime a
compartir su trama, desenlace y final para la historia, es bienvenido en los
comentarios o en dimora1977@gmail.com.
Quedo atento.
@DiegoMorita