Tristeza. Decepción. Dolor de país. Rabia. Impotencia. Desespero. Desconsuelo. Desilusión. Desesperanza. Sorpresa. Molestia. Cólera. Ira. Pena. Desconcierto. Confusión. Desazón. Disgusto. Preocupación y mil veces vergüenza es lo que siento, y sé que millones de colombianos también, al ver el porcentaje de abstención en las elecciones presidenciales del pasado domingo.
Es increíble que el 60 % de los colombianos habilitados para votar no lo haya hecho, un nivel absurdo para una democracia como la nuestra. Hoy Colombia es una mayoría del 40 %. ¿Qué tal si algún candidato hubiera alcanzado la mitad más uno de los votos? La respuesta, mejor ni pensarla porque es ridícula.
¿Por qué no salió la gente a votar? La respuesta más lógica es la falta de cultura política, evidente, que tenemos los colombianos. Otras voces hablan de la pereza que produce un domingo. Los más analistas aseguran que falló la logística de las campañas (sobre todo la reeleccionista) en lugares en los cuales es indispensable ponerles transporte, refrigerio y uno que otro incentivo económico a los ciudadanos para que ejerzan su derecho libre y voluntario al voto.
Pero no tenemos que irnos muy lejos ni pensar en respuestas muy elaboradas porque la verdad más cercana a la realidad, es que somos un país lleno de ciudadanos inconformes que prefieren expresar su apatía política quedándose en la casa y no acudiendo a las urnas. ¿Qué tal si ese 60 % que no votó, lo hubiera hecho en blanco como expresión de rechazo y protesta? El panorama sería muy distinto, empezando porque hubieran quedado eliminados todos los candidatos que se presentaron a la primera vuelta. (Me disculpan la suposición anterior, pero creo que es más fácil rechazar algo tomando decisiones al respecto que simplemente no hacer nada).
¿Qué hacer para generar participación ciudadana, para que votar sea una cultura y se entienda tanto como un derecho y un deber? Sí claro, lo primero es pedagogía. Lograr que la gente entienda que desde la Patria Boba (por algo será) por allá en 1810, tiene el poder de elegir el destino del país. Segundo, generar una cultura democrática. Incentivar el voto masivo como apoyo o protesta a los candidatos que se presentan a las diferentes elecciones.
Pero mientras buscamos estos mecanismos, ha llegado la hora de dar el debate sobre el voto obligatorio. No podemos seguir con miedo a exigirle a los ciudadanos cumplir sus deberes, mucho más si de ese cumplimiento depende el fortalecimiento de la democracia.
Por último: ojalá que para la segunda vuelta disminuya esta absurda abstención y quien resulte elegido lo haga por el favor de la mayoría, así no quedará espacio para ninguna duda.
@DiegoMorita
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