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jueves, 25 de diciembre de 2014

Nos quedaron debiendo

COLUMNISTA

DIEGO MORA ARIZA


       PUBLICADO EL 24 DE DICIEMBRE DE 2014 
  http://www.elcolombiano.com/

Se acabó este 2014, más rápido de lo normal, y en Colombia muchos –en especial la “clase” política y dirigente- queda con cuentas pendientes, esas se suman a las del año pasado y antepasado, incluso algunos ya suman varios períodos incumpliendo pero ahí siguen, felices, campantes y despreocupados, pues solo en año electoral es que se acuerdan de quienes los llevan al poder y ahí sí se ponen las pilas a repartir mercados, inodoros, cemento y tamales. Política con hambre.
De esta manera, nos quedaron debiendo:
Juan Manuel Santos, un avance real y palpable del proceso de “diálogo” que adelanta en La Habana con las Farc. Así nos diga que todo va bien, que ve cercana la firma final del acuerdo, los colombianos no lo percibimos así. Su tumbos diarios reflejan todo lo contrario.
Las Farc, una, al menos una, muestra sincera de su voluntad de paz. Si el proceso es irreversible, si están tan decididos a sacarlo adelante, es muy fácil ordenar que no se ataque más al pueblo colombiano, solo necesitan decidirlo y ponerlo en marcha.
El Centro Democrático, una oposición real y no solo personal contra el presidente Santos. Con el legado del expresidente Uribe, su ideología que claramente recoge a millones de colombianos y una oportunidad única de demostrar que este país sí puede tener un partido en la otra orilla del gobierno que piensa en las generaciones futuras, hoy son inferiores a las expectativas de muchos de los votantes que contribuyeron a su llegada al Congreso de la República.
Sergio Fajardo, su Antioquia la más educada. Después de 12 años con el mismo discurso (su alcaldía de Medellín, la de Alonso Salazar y esta gobernación) los resultados no se ven. Entiendo que provocar cambios estructurales lleva tiempo, pero ya va siendo hora de ver resultados en la aplicación de esta política. Por el contrario, vemos que en todas las mediciones, la ciudad y el departamento no avanzan. Más hechos, menos demagogia.
Aníbal Gaviria, su hogar para la vida. A pesar de todo lo que digan los medios de información, los premios, reconocimientos y maquillaje que le han puesto a Medellín, no está bien. No hay liderazgo ni autoridad, el crimen controla gran parte de la ciudad, los comerciantes están extorsionados y salir a la calle es un riesgo en muchos sectores. Se ha perdido la batalla en cuanto a seguridad y quien llegue en 2016 a regir los destinos paisas, no la tendrá nada fácil. La alianza AMA fue un esperpento y ya se anuncia la segunda parte. Dios nos libre.
Por último: los que no quedan debiendo nada sino esperando que les paguemos una gran deuda, son los deportistas que desde hace años vienen sacando la cara por nuestro país. Es hora de que el Estado le invierta realmente a las escuelas deportivas para que puedan formar a los niños que en algunos años nos representarán ante el mundo. A nuestros héroes en los diferentes deportes gracias, muchas gracias.
Feliz Navidad para todos.
@DiegoMorita

viernes, 19 de diciembre de 2014

El vigilante

Era su primer día de trabajo, también el último. 

Al despertar, observó a su esposa dormir unos segundos, la besó en la frente y se preparó para salir. Empacó el almuerzo y se tomó, a medias, un café. Estaba ansioso, más que feliz, pero sabía que este empleo era una gran oportunidad. Antes de irse, y como de costumbre, bendijo a sus hijos y emprendió el camino rumbo a su futuro. Encendió la moto, su “consentida” como la llamaba, y al arrancar estuvo a punto de caerse al pisar una piedra que estaba en su camino. Sabía, en secreto, que la visión no era su aliada, pero de ese pequeño detalle nadie tenía que enterarse. Llegó al trabajo, y antes de empezar, recibió la escopeta de dotación y la bicicleta para hacer las rondas de su compañero encargado del turno de la noche.

Era un barrio tranquilo, de muchos árboles y poco tráfico. Su trabajo no era exigente pero tenía claro que debía hacerlo bien para que llegara el ascenso; sinónimo de más dinero, de más oportunidades para su familia y tal vez, de planear ese viaje a conocer el mar que llevaba tanto tiempo aplazando. Fue una mañana suave, al mediodía almorzó, en menos tiempo del que tenía asignado, y regresó a las rondas. El día iba perfecto y pasó rápido. Una hora antes de terminar el turno llamó a su esposa, habló con sus hijos y les dijo lo mucho que los amaba. Fue la última vez que lo hizo. 

De un momento a otro todo cambió y la felicidad escapó de su cuerpo. En la otra esquina, vio una silueta que agachada caminaba sigilosa. Su corazón se aceleró, lo sentía palpitar en su cabeza. Empezó a sudar y con un gran esfuerzo trató de recordar la capacitación de ocho horas en la que le enseñaron técnicas de persuasión, control y el procedimiento de emergencia, pero no supo qué hacer para superar el miedo, para eso no lo habían preparado. Parpadeó muchas veces tratando de ver más claramente, de enfocar, pero no lo lograba -la vista le fallaba ahora cuando más la necesitaba-. Veía borroso, los nervios lo controlaban, le nublaban la vista, su inteligencia.

-¿Qué hago? Era la pregunta que se repetía millones de veces. Las piernas le temblaban. Estaba fuera de control.

-¿Qué hago? 
-¿Qué hago?
-¿Qué hago?

Pasaron unos segundos, supo que tenía que decidir algo y tomó el camino fácil.

Apuntó con la escopeta, avanzó unos metros y gritó, al mejor estilo de las películas:

Alto ahí!

Pero no pasó nada, la silueta no reaccionó, tampoco algún vecino salió al balcón. Sentía la cabeza a punto de explotar, estaba aturdido. Vino un grito más fuerte:

Alto ahí

Pero nada cambió, así que puso fin a la situación.

La decisión le presionó el cerebro hasta hacerlo sentir dolor. El disparo, llenó de silencio la cuadra y un olor a muerte abrazó el ambiente. La silueta cayó rápidamente al asfalto, tres perdigones impactaron su pecho y lo destruyeron. Su puntería fue absurda, certera, mortal.


El vigilante, ahora está tranquilo gracias a la pastilla que le dan cada seis horas y que lo lleva a otro lugar. A veces, cuando regresa, se pregunta cómo es posible que hubiese confundido a doña Teresa, la octogenaria, con un ladrón. Ha intentado hacerse daño, por eso los médicos lo protegen y la camisa de fuerza es ahora su mejor amiga, su esposa, sus hijos…  


Autor: Diego Mora - dimora1977@gmail.com - @DiegoMorita

jueves, 4 de diciembre de 2014

Diciembre, alegría y dolor

COLUMNISTA

DIEGO MORA ARIZA


       PUBLICADO EL 03 DE DICIEMBRE DE 2014 
 http://www.elcolombiano.com/



“Llegó diciembre con su alegría, mes de parrandas y animación en que se baila de noche y día y es todo juergas y diversión”.
Ojalá la estrofa de esa famosa canción fuera real, pero ya no es posible pues nosotros mismos nos hemos encargado de transformar la época decembrina en lo contrario.
La verdad, no me preocupa de dónde viene una tradición como la alborada, pero sí a dónde vamos a llegar perpetuando una práctica que se convierte en ejemplo para las nuevas generaciones, cada primero de diciembre.
Bonita forma la que encontraron algunos para enseñarle a los más pequeños cómo recibir diciembre, un mes catalogado por muchos como el mejor del año y que termina siendo para otros, el peor, el más triste, ¿o qué opinión tendrán hoy los 15 quemados en Medellín durante este evento?
El escenario es espeluznante: niños en las calles felices viendo como los adultos “responsables” queman la tranquilidad de una ciudad, queman el dinero con el que compraron la pólvora, y en ocasiones queman las esperanzas de algún ser humano desprevenido (quizás involuntariamente pero si se manipula pólvora sabiendo que está prohibido, ¿eso no los hace responsables?). Además no podemos olvidar a esos “genios” que no contentos con el ruido de la pólvora, aprovechan para hacer disparos al aire, disparos que siempre impactan a algún inocente que pocas veces logra sobrevivir para saber qué pasó.
No nos ha bastado con ser un pueblo violento por naturaleza y lleno de personajes de terror que marcan nuestra historia (y el presente, porque ahí siguen las Farc haciendo de las suyas). No conformes con todo ese lastre que cargamos, le enseñamos a nuestros hijos que el interés particular de unos cuantos que disfrutan de la pólvora está por encima de la mayoría de habitantes, de una ciudad como Medellín, que la rechaza. ¿A dónde pretendemos llegar así?
La alborada es la clara muestra de la inoperancia estatal y la falta de decisión de las autoridades para acabar con ella. No es fácil, está claro, nada más complejo que desarraigar costumbres, pero hay que hacerlo y como se dice, a las buenas o a las malas.
Se debe empezar por una campaña pedagógica agresiva y permanente, no como ahora que se acuerdan del tema finalizando octubre y parece que lo hicieran solo por cumplir. Lo hecho hasta el momento es infructuoso. Antioquia y Medellín siempre lideran el ranking de quemados en Navidad (dirá el alcalde que otro primer lugar para la ciudad), por eso se debe dar un giro, cambiar la estrategia y combatir este flagelo desde la base, es decir, desde el que produce, pasar al que compra y distribuye, llegando al usuario final, ese mismo que piensa que los quemados mientras no sean de él no importan.
Por último: sí, hay mucho por hacer y es complejo, pero debe hacerse. Esto no se soluciona con Hashtag en Twitter ni tapándonos los oídos para no escuchar el ruido, tampoco con columnas de opinión (esta incluida), simplemente se requiere un gobernante con decisión, determinación, cero miedo a ser impopular y carácter, para empezar a darle una solución a un tema que aparte de escabroso y demencial, nos debe llenar de pena si supuestamente vivimos en la ciudad más feliz de Colombia y en la más innovadora del mundo.

@DiegoMorita

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