COLUMNISTA
DIEGO MORA ARIZA
PUBLICADO EL 25
DE MARZO DE 2015
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Es inevitable, con el devenir diario de los sucesos en Colombia, sentir tristeza, rabia y decepción por la política que actualmente practican los padres de la patria (meto en esta lista al Presidente, los senadores, representantes, alcaldes, gobernadores y hasta a los magistrados de las altas cortes, que con sus últimas actuaciones nos han demostrado que nada más politizado que la “justicia” colombiana).
Y es que en Colombia hace rato que los políticos dejaron de ser percibidos como parte de la solución y ahora son parte del problema. Los grandes escándalos de corrupción, desfalcos al Estado y varios delitos más, los ponen como protagonistas, precisamente a ellos, a quienes a través del voto les entregamos la confianza para evitar que pasen las cosas de las cuales hoy muchos son acusados. Bien lo dice Niklas Luhmann: la confianza es el cemento social que nos une, pero como ella no existe el quiebre actual entre la sociedad y los políticos está más que justificado.
Pero no es solo lo anterior lo que produce esa desafección del ciudadano con la política, también juega un papel determinante la forma en que los políticos se comunican con la sociedad, algo que están haciendo muy mal en cuanto al fondo. Cada día nacen nuevas ideas de los partidos, se gradúa un nuevo consultor que innova con sus asesorías y orientan sus acciones y estrategias a la forma, en el cómo van a llegarle a la gente y se olvidan del qué (más allá de un discurso elaborado con las mismas propuestas de siempre) y del porqué (las reales necesidades).
Por otro lado, los partidos políticos ya no representan lo que eran antes, la ideología se ha perdido y los conservadores son liberales y viceversa, no existe unidad y el candidato que un día aspiró por un color, al siguiente, sin pudor alguno en su rostro, enarbola las banderas de otro como si fuera normal. Los políticos hoy en día cambian de principios como de corbata y eso genera desconfianza en la ciudadanía. No es para menos.
La política es de emociones y acudir a ellas, desde que se haga con honestidad no está mal. Los políticos deben conectarse con sus electores, tocarles las fibras y llevarlos luego tomar una decisión racional a su favor. Si hay transparencia del político hacia los ciudadanos habrá confianza de estos hacia él. Se puede hacer política bien, sin trucos, sin movimientos debajo de la mesa, sin mostrar una cara en público y otra en privado, no obstante las ansias de poder y el satisfacer egos personales hacen que esto se olvide y por eso los ciudadanos se alejan de la política y quizás por todo lo anterior, Colombia tiene una democracia del 45%, porque el 55% restante prefiere quedarse en la casa el día de las elecciones que salir a votar, y es que “eso no va a cambiar, van a ganar los mismos y van a seguir robando”.
Por último: la clase política, cada día con menos clase, se olvidó del objetivo de la función pública: el bienestar general. Necesitamos urgentemente una reingeniería y si es necesario recoger las cartas, revolver y repartir otra vez, eso sí con un naipe nuevo, de lo contrario la desafección política se profundizará hasta llegar al punto de que sea imposible sacarla nuevamente a flote.
@DiegoMorita