COLUMNISTA
DIEGO MORA ARIZA
PUBLICADO EL 06
DE MAYO DE 2015
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El tema de esta columna iba a ser la reforma del equilibrio de poderes, un tema interesante, mucho más para quienes poco entendemos tantas cosas que se están discutiendo en el Congreso por estos días. Sobre ella diré hoy que está muy claro que su objetivo era acabar con la reelección presidencial, algo que ya sucedió, el resto de cosas que salgan será ganancia para el gobierno y los legisladores, aunque no representen realmente los cambios estructurales que necesita el país.
No obstante, el lunes en la noche sucedió algo en Twitter que me ha llevado a cambiar el tema y decidí escribir sobre algo más “liviano”. Héctor Abad Faciolince trinó lo siguiente: “@hectorabadf: No les basta el 12% de aumento; no quieren ser examinados; quieren trabajar menos; los niños sin escuela. Y se dicen maestros”. Por supuesto, se armó la pelotera.
El mensaje, que tiene mucha validez, produjo una seguidilla de respuestas de, al parecer, profesores que se encuentran en paro de actividades desde hace 15 días. La característica de las réplicas hechas fue que estaban mal escritas, algunas por falta de tildes y otras en lo gramatical. Muchas más por ambas cosas.
No hay dudas de que el idioma español es complejo, tiene demasiadas reglas que son difíciles de conocer en su totalidad. Siempre surgirán dudas sobre la forma de escribir una palabra o de componer una frase y ninguno de nosotros está libre de cometer un error al escribir una carta, un trabajo de la universidad, un informe en la oficina, una columna o un simple mensaje en 140 caracteres.
Pero tener esa posibilidad de equivocarnos no es un excusa para hacerlo y para que no importe la forma de construir microtextos en nuestras redes sociales. Escribir bien dice mucho de una persona y quien reiteradamente cae en errores ortográficos deja en evidencia solo una cosa, que es un mal lector. Más allá de que el ejercicio de Abad Faciolince pueda ser interpretado como un acto de soberbia, creo que lo sucedido puede ayudar a que nos autoevaluemos y entendamos de una vez por todas la importancia que tiene la lectura, es el momento de dejar atrás ese vergonzoso promedio de menos de dos libros leídos al año.
Nunca es tarde para empezar a leer y para aprender a poner tildes. En lo personal, ese proceso lo inicié a los 17 años, edad en la que me adentré en los caminos de la literatura y que han sido la clave para tener una buena ortografía. No me las sé todas, recurro frecuentemente a la RAE para consultar dudas que me surgen y así he podido afianzar conocimientos y cumplir con la mínima norma de cortesía que se debe tener al escribir, hacerlo bien por respeto con quien te lee; eso aplica tanto en esta columna como en Twitter. Tener buena ortografía no es cuestión del lugar en el que se escribe sino una obligación.
Preocupa que haya tantos profesores que no sepan escribir, ellos que hoy le cierran la puerta a la posibilidad de ser evaluados pero exigen, justamente, una nivelación salarial y han dejado a más de 8 millones de niños sin clase. Saber en qué nivel de calidad está la educación de nuestros menores es necesario y en eso hay que apoyar a la Ministra de Educación, porque no es negociable.
Por último: que sea la polémica desatada por el trino de Héctor Abad un motivo para tomar conciencia de lo necesario que resulta escribir bien, algo que solo se consigue leyendo. También, ojalá sirva, para que los profesores se miren a sí mismos y se cuestionen sobre el tipo de educación que le están entregando a nuestros niños.
@DiegoMorita
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