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jueves, 14 de mayo de 2015

¿Y la ciudadanía, qué?

COLUMNISTA

DIEGO MORA ARIZA


       PUBLICADO EL 13 
DE MAYO DE 2015 
http://www.elcolombiano.com/

Es posible que todos los días escuchemos mencionar las palabras “ciudadanía” o “ciudadano”, en las noticias, comerciales de televisión, campañas educativas, entre otros, pero ¿alguna vez nos hemos preguntado por su significado?
El diccionario de la RAE define ciudadanía con tres acepciones: 1. Cualidad y derecho de ciudadano. 2. Conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación. 3. Comportamiento propio de un buen ciudadano. Podríamos decir que la cualidad y el derecho, en el contexto colombiano, se hace explícita cuando cumplimos los 18 años. El comportamiento, nos lleva a seguir las normas y leyes que nos impone la sociedad; y el conjunto, es la sumatoria de personas con la mayoría de edad.
Nicolás Pineda Pablos, en un sencillo ensayo titulado “Tres conceptos de ciudadanía para el desarrollo de México”, se enfoca en definirla como: “el papel que juegan los individuos en su entorno como sujetos de obligaciones y derechos, haciendo al ciudadano la razón principal y el motor del desarrollo local”.
El autor caracteriza a tres tipos de ciudadanos, el primero de ellos es el súbdito/beneficiario. Este sería un súbdito del poder supremo, cuya función es someterse y adherir su voluntad a la del poder político. El papel del ciudadano en esta visión es por lo tanto no interferir en la toma de decisiones de las autoridades y sujetarse a las obligaciones y deberes que le son asignadas. Aunque parezca difícil de creer, en la actualidad encontramos ciudadanos no pensantes y a quienes no les interesa hacer uso de su derecho a opinar. En gobiernos autoritarios este tipo de ciudadano se ve, pero obligado por el contexto político que rige a su país.
El segundo ciudadano sería el participativo. En este caso el gobierno está sujeto al control, escrutinio y juicio de los ciudadanos y sus decisiones, y los proyectos políticos deben de ser sometidos al consenso y aprobación de la población. Esto genera un estrecho vínculo al sistema electoral como mecanismo de consulta. Es una buena opción de ciudadano, participativo, propositivo, sin embargo y como lo dice Pineda, se da por sentado la existencia de ciudadanos formados, con conciencia. En el caso de Colombia, si miramos los niveles de abstención, superiores al 50 por ciento y personas que votan solo si reciben beneficio económico a cambio, nos damos cuenta de que le falta mucho a nuestra sociedad para superar la politiquería que se introdujo en el imaginario colectivo.
En tercer lugar, tenemos al ciudadano empoderado. Incluye el requisito de la participación cívica, pero además comprende los elementos de educación, organización y desarrollo político de la población, orientados principalmente a los pobres, analfabetas y a los marginados. En general, esta visión incorpora la idea de que el cambio social no puede ser planeado, dirigido y producido a voluntad, “desde arriba”, sino que requiere de consenso. Cada sociedad, no importa el país, tiene una deuda con su población menos favorecida. Este modelo de ciudadano sería el ideal, pero pensar en él, en nuestro contexto, es una utopía.
Po último: la cultura política ubica a cada sociedad en alguna de estas categorías y moldea la personalidad de sus ciudadanos. No obstante, mientras cada uno siga pensando en que el bien particular está por encima del bien general, mientras los grandes empresarios financien las campañas políticas a cambio de beneficios personales, mientras un candidato para llegar al poder acuda al populismo y diga lo que el pueblo quiere escuchar y no plantee soluciones reales y palpables, nuestro ejercicio de ciudadanía continuará oscilando entre la primera y segunda categoría.
Y usted ¿en qué categoría está?
@DiegoMorita

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