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miércoles, 19 de junio de 2019

Libertad de expresión y/o calumnia


¿En qué momento la libertad de expresión, válida y necesaria, dio paso a la libertad de calumniar o de acomodar los hechos a conveniencia de quien se expresa?

En Rionegro (Antioquia) lo estamos viviendo y so pena de darle eco y soporte para que se victimicen los que acuden a esto como práctica diaria, quiero escribir al respecto, pues no es un secreto que lo relacionado con “fake news”, mejor dicho con la mentira, es algo que vengo investigando y que me produce escozor y mucha, mucha rabia.

El gobierno, no importa de qué color sea, siempre tendrá detractores. Desde tiempo inmemoriales (siempre quise escribir eso y es la primera vez que puedo) existe la política y por ende los que se dedican a ella. Por supuesto, la oposición a una idea es proporcional a la idea misma y si Sócrates tenía enemigos que lo llevaron a la muerte imagínense lo que puede pasar con el resto de los mortales.

No me quiero ir muy lejos, porque a Rionegro lo tenemos al frente y ahora que empezamos la campaña, con miras a las elecciones de octubre, se viene agudizando más la mediocridad de algunos que ante la falta de argumentos e ideas, siguen cavando huecos y buscando encontrar algo que les sirva para atacar al gobierno. Sí, a ese mismo gobierno que sacó del atraso a un municipio que había caído en la trampa de creer que como no pasaba nada pues nada tenía que pasar. Por eso el cambio le dio duro a algunos y tomó por sorpresa a otros que no esperaban que lo prometido se hiciera y que rápidamente Rionegro diera el salto al siglo XXI.

“Que el municipio era capaz de invertir medio billón de pesos y no le tenía que vender E.P.Rio a EPM. Que el hospital Gilberto Mejía Mejía se salvaba inyectándole 1000 millones de pesos. Que la valorización es terrible y esas vías que se están haciendo no son necesarias. Que el predial no le bajó al 80% de los propietarios y que Sonrío es un capricho del alcalde”.  (Lo pongo entre comillas pero en realidad estoy parafraseando a unos cuantos).

Esos ejemplos son reales y me quedo corto en los calificativos que han usado para que sus mentiras sean creíbles. ¡Y lo han logrado! Porque no es tan difícil que alguien te crea cuando apelas a su emotividad y le dices que todos los de la administración son unos corruptos, que la plata se va para los bolsillos de los funcionarios y que Sonrío va a funcionar con buses que la familia del alcalde tiene en Pereira y por eso los transportadores de Rionegro se van a quedar sin trabajo.

Y dicen lo que les provoca porque pueden hacerlo, no son el gobierno. Lo anterior es un fragmento de la película Brexit, y es absolutamente real. Mientras los que se oponen dicen y hacen lo que quieran por los canales que desean, el gobierno solo tiene la institucionalidad para responder, lo cual lo hace lento. Cuando se sale a desmentir algo ya se han dicho diez mentiras más. ¡No hay cómo controlarlo!

Es lo anterior una de las causas de que la culpa sea siempre del área de comunicaciones. Y no me victimizo, no es mi estilo, pero pongo de manifiesto que creo en las instituciones y que prefiero un millón de veces ser lento y que me critiquen por malo, si así desean llamarme, que salirme de la línea de mis principios y atacar por cualquier medio. Este texto es una forma de demostrarlo, será público y seguramente los mentirosos de oficio -y los de época electoral- que lo lean (si acaso pasa), se sentirán identificados.

Será inevitable que sigan diciendo mentiras, que los ataques vengan cargados de versiones acomodadas que le den peso a sus posiciones, que desacrediten lo laboral y claro, se metan con lo personal, y mil cosas más, todo por el poder, todo por el ego y el orgullo, más importantes para ellos que cualquier cosa.

Si usted no quiere caer en la trampa simplemente haga filtro a la información que le llegue. Si tiene dudas pregunte a alguien más, busque en los medios tanto oficiales como de comunicación, contraste la información y dude, dude mucho de aquello que le llega por Whatsapp y que genera miedo e incertidumbre. En resumen, no trague entero porque es eso precisamente lo que alimenta a quienes viven de la mentira.

La libertad de expresión no puede usarse para calumniar, es un derecho de todos pero es nuestro deber hacer buen uso de ella.

Diego Mora
Jefe de Comunicaciones
Alcaldía de Rionegro
@DiegoMorita

lunes, 20 de mayo de 2019

Llorar


Soy llorón, lo confieso. Lloro con el boletín del consumidor o viendo despegar un avión de carga. Lloro con los finales de las películas y no tengo problema en repetir llorada si me las vuelvo a ver. Armageddon es un ejemplo: Bruce Willis se sacrifica por la humanidad y se queda en el asteroide que está a punto de impactar la tierra. Él debe presionar el botón de la súper bomba nuclear para que se desintegre, de este modo los seres humanos podrán seguir intentando a su modo acabar con la tierra. Antes habla con su hija y se despide. Es una escena conmovedora, que me toca el corazón. Sí, lloro con eso y no me da pena. También lloré viendo Coco e incluso el Rey león.

Llorar es bueno menos cuando lo haces de tristeza aunque al final te ayuda a desahogarte. El tema es que si lo haces porque algo malo te sucedió pues con la llorada no va a desaparecer la situación. En cambio, si lo haces de rabia, al dejar salir la furia a través del llanto pues casi estás evitando terminar en la cárcel (no sé si me explico).

Hace poco me puse a llorar sin explicación. Estaba en un centro comercial y se me salieron las lágrimas. Agaché la cabeza como primera reacción para evitar que alguien me viera porque, aunque no me importa el qué dirán, qué pereza que te vean llorar en la mitad de un lugar que está diseñado para la diversión. Me limpié la cara y entré a Juan Valdez a comprar un café porque el café es la solución para casi todo. Lo peor es que hoy sigo sin entender qué pasó.

Un café extra grande después y ya no lloraba más. Y no sé si por la cafeína pero me sentía con menos peso en el pecho. Esta historia no es motivacional ni pretende ser un tratado sobre la importancia de llorar, es solo el relato de algo que me pasó, que puede pasarle a muchas personas más. Lo escribo porque me gusta y porque es bueno entender que llorar sirve para algo y que también podemos hacerlo sin motivo aparente.

Lloren si eso quieren, sin miedo, sin pena y hasta que no puedan más. Ninguno de ustedes necesitó leer esto para entenderlo, tampoco necesitaba escribirlo para tenerlo claro.

Los dejo con este poema de Oliverio Girondo:

Llorar a lágrima viva
 
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología,
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.
Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.
Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


Diego Mora
@DiegoMorita

sábado, 18 de mayo de 2019

Cumpleaños feliz, el último


El 12 de marzo de 2018, mi abuela cumplió 90 años. Sin duda era una fecha especial, la mujer más longeva de la familia cumplía nueve décadas y debíamos celebrarlo como ella lo merecía.

Decidimos hacerle una fiesta sorpresa, una comida y una serenata con los boleros que le gustaban. Repartimos las tareas a ejecutar entre tías y primos: conseguir el sitio, cotizar la comida, elegir los músicos y el repertorio e invitar a quienes no eran familiares pero que siempre han sido cercanos.

Dos de las hijas de mi abuela no estarían presentes, una de ellas mi mamá. Decidí entonces que solo sería una y le propuse venir de sorpresa. Aceptó…

El día del cumpleaños, todo estaba preparado y nadie de la familia sabía de la llegada sorpresa. Recogí a mi mamá en el aeropuerto, bajamos a Medellín a que se organizara el cabello y a que se maquillara. A la hora de la comida, entré al restaurante y le pedí a todos los asistentes cerrar los ojos. Lo dudaron pero todos aceptaron hacerlo y en ese momento mi mamá hizo su aparición.

La alegría fue indescriptible. Carmen Ariza llevaba 18 años sin viajar a Medellín, sin ver a varios de sus hermanos, sin celebrarle un cumpleaños a su mamá. Una idea bien planeada, organizada y ejecutada con pulcritud permitió que mi abuelita pasara un cumpleaños muy feliz.

66 días después, el 18 de mayo, Ana Elvira Acosta se murió.


Diego Mora
@DiegoMorita

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