El 12 de marzo de 2018, mi abuela cumplió 90 años. Sin duda era
una fecha especial, la mujer más longeva de la familia cumplía nueve décadas y
debíamos celebrarlo como ella lo merecía.
Decidimos hacerle una fiesta sorpresa, una comida y una serenata
con los boleros que le gustaban. Repartimos las tareas a ejecutar entre tías y
primos: conseguir el sitio, cotizar la comida, elegir los músicos y el
repertorio e invitar a quienes no eran familiares pero que siempre han sido
cercanos.
Dos de las hijas de mi abuela no estarían presentes, una de ellas
mi mamá. Decidí entonces que solo sería una y le propuse venir de sorpresa.
Aceptó…
El día del cumpleaños, todo estaba preparado y nadie de la familia
sabía de la llegada sorpresa. Recogí a mi mamá en el aeropuerto, bajamos a
Medellín a que se organizara el cabello y a que se maquillara. A la hora de la
comida, entré al restaurante y le pedí a todos los asistentes cerrar los ojos. Lo
dudaron pero todos aceptaron hacerlo y en ese momento mi mamá hizo su aparición.
La alegría fue indescriptible. Carmen Ariza llevaba 18 años sin
viajar a Medellín, sin ver a varios de sus hermanos, sin celebrarle un
cumpleaños a su mamá. Una idea bien planeada, organizada y ejecutada con
pulcritud permitió que mi abuelita pasara un cumpleaños muy feliz.
66 días después, el 18 de mayo, Ana Elvira Acosta se murió.
Diego Mora
@DiegoMorita
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