Me gusta Twitter, no lo puedo negar. Paso allí varios minutos, seguro horas,
al día leyendo opiniones, viendo memes, videos y últimamente a los negros del ataúd.
En Twitter uno ríe, llora, muere de rabia e impotencia, discute, debate, insulta
(en mi caso mentalmente) y se decepciona a 100 km por hora. El próximo julio,
si acaso el COVID-19 deja, cumpliré 11 años con mi perfil y no, no es para
celebrar, es solo por decirlo y ya.
En Twitter encontramos de todo. Posiciones sensatas, opiniones
estructuradas, noticias, fotos, historia e imbéciles, muchos imbéciles. Esta red
social le ha dado la licencia a quienes no se toman el tiempo de pensar o no
tienen la capacidad de hacerlo, para que escriban cualquier estupidez que se
les ocurra y en muchos casos, bajo el anonimato, poder evadir las consecuencias
de lo que dicen.
Convertimos a Twitter en una cloaca, no lo podemos negar. Allí, navega sin
pudor alguno, información falsa a diestra y siniestra. Las mejor conocidas como
fake news, son el estiércol que en un alto porcentaje la alimenta. Lo sabemos,
de algún modo lo combatimos, pero al final nos toca aceptarlo porque es
imposible de evitar. Es el pan de cada día.
Esa información falsa tiene múltiples disfraces y uno de ellos, que se ha
vuelto muy común y famoso, es el de las denuncias (no todas son mentiras, que
quede claro). Twitter, que no sepamos usarlo y además que nos creamos dioses y
los salvadores del mundo nos hace creer que tenemos el derecho a denunciarlo
todo, sin pausas para el análisis y sin pensar en qué puede pasar si nos
equivocamos. Eso sí, es nuestra obligación como integrantes de una sociedad señalar
lo que está mal, y si Twitter es el canal, es válido, pero esto siempre debe ir
de la mano de la verdad. La plena verdad y no únicamente la interpretación del
denunciante.
Vemos miles de fotos y videos en los que alguien denuncia a equis persona y
nos alarmamos con el supuesto delito que está cometiendo. Nos dejamos llevar
por las emociones y crucificamos al señalado. Puede ser cierta la conducta
delictiva pero también podría resultar falsa. Para aceptar una denuncia, las
autoridades y a la vez nosotros, la policía de Twitter, debemos tener en cuenta
las pruebas.
Señalar y denunciar es muy fácil. Recuperar la imagen y la reputación es imposible.
No puede ser que hoy, con el acceso que hay a los contratos públicos,
algunos se crean con el derecho de buscar lo que les conviene y ponerlo en la
palestra pública como si de entrada fuera un delito. Claro, en este país lleno
de bandidos y corruptos abundan los casos de mala contratación, eso no lo niega
nadie, pero de ahí a utilizar exclusivamente el sesgo político para denunciar a
quien no nos gusta hay mucho trecho (sí, tiendo a ser un poco soñador).
Los grandes pensadores de nuestro tiempo coinciden en sus reflexiones sobre
el uso de las redes sociales en que debe hacerse con responsabilidad. Ese llamado
ya es paisaje pues a algunos no les interesa, solo buscan sobresalir a expensas
de los demás sin importarles por encima de quién tengan que pasar para ganar un
like o el reconocimiento.
En Colombia, blancos, negros, rojos o amarillos, de derecha o izquierda,
gobierno u oposición deberían hacer una pausa en su turbulento proceder y
entender que hay límites que no deben traspasarse. Que deben denunciar, sí, no
hay duda, pero háganlo con sustento, con pruebas. Dejen ese jueguito estúpido de
tirar la piedra en Twitter, alborotar el avispero y esperar a ver qué pasa. Y aquí
rescato una propuesta que le escuché cuando era concejal de Medellín a Juan
Felipe Campuzano: la injuria y la calumnia deberían tener condenas altas y ejemplares
para que dejen de usarse sin escrúpulos porque una simple retractación basta para
“borrar” la falta.
La información falsa viaja 700 veces más rápida en las redes sociales que
la real. Después de una injuria si 10 personas la leyeron y quizás la creyeron,
¿cuántas de ellas recibirán y cambiaran de posición con la retractación? Si la
mentira que destruye se convierte en un delito serio, muchos se la pensarían
dos veces antes de difundirla. Y si aun así lo hacen pues a la cárcel, a ver si
allí reflexionan sobre su mal proceder. Mejor dicho, pao pao pero encanao.
Responsabilidad, seriedad y mesura en nuestro comportamiento en las redes. Sé,
cómo decía al principio que son, en especial Twitter, una montaña rusa de
emociones y en un segundo podemos pasar de la alegría por que ganó nuestro
equipo favorito a la rabia por el video de un robo y a la tristeza por un
asesinato. Pasamos de ser expertos en belleza viendo Miss Universo, a unos genios
en epidemiología para luego darle paso a nuestros análisis del Super Bowl. Importante
saber hacer pausas antes de trinar, ayuda a la salud mental.
Creemos saber de todo y nos tomamos esa licencia para opinar. Al final
tendemos a ser como aquel que sabe tanto que sabe a m…..
Diego Mora
@DiegoMorita