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viernes, 30 de abril de 2021

Sobre la Policía y algo más

Sí, son indignantes los videos en los que se observa a miembros de la Policía agredir a los ciudadanos. Sí, el abuso de la fuerza con solo mencionarlo ya nos indica que está mal. Sí, un arma es más letal, en teoría, que una piedra o una patada en la cabeza. Sí, sí, sí.

Sí, son deplorables los videos en los que se ve a cien, doscientos o mil personas protestando, encapuchados y acabando con todo lo que se les atraviese. Sí, el irrespeto a la autoridad es un delito (eso creo). Sí, tirar una piedra a la cabeza o patear a un Policía por la espalda también puede causarle daños y ni se diga tirarle una bomba incendiaria. Sí, sí, sí.

Ejemplos de lado y lado hay muchos. Procuro sacar mis conclusiones viendo el panorama completo y una de ellas es que sí, en ocasiones la Policía se porta mal y no cumple con su deber. También, algunos ciudadanos que salen a protestar no lo hacen como debe ser y en ellos prima la idea de generar caos y, me atrevo a pensar que, de satisfacer algunos deseos reprimidos.

No todos los policías de Colombia son malos. Ese discurso que se ha ido apoderando de un sector en el que por la actuación de unos pocos debemos señalarlos a todos está muy mal. La gran mayoría son buenos, cumplen con su deber con transparencia y honestidad. Algunos, sí, sí, sí, son pésimos elementos y no merecen llevar el uniforme. Manzanas podridas hay en todas partes, en lo público y en lo privado. Es nuestro deber ir depurando y evitar que dañen las instituciones que representan y, por ende, a la sociedad.

Cuando veo los videos de las protestas convertidas en actos vandálicos, y si me apuran diría que en terrorismo, trato de ponerme en el lugar de los policías (no me pongo en el de los encapuchados porque desde que alguien tenga que tapar su cara significa que nada bueno piensa hacer). 

Miles de manifestantes contra 20 o 50 uniformados. La turba empieza a quebrar vidrios, a quemar locales, a saquear supermercados y a dañar lo que encuentra a su paso. La Policía tiene la orden de contener, de esperar a ver qué pasa. Avanzan los encapuchados y ven a los de verde o de negro. Empiezan a llover las piedras y toca retroceder. Hay que esperar la orden y cuando llega se lanzan gases lacrimógenos o bombas aturdidoras. Nada sirve, la masa sigue avanzando y sucede lo inevitable. Confrontación. Diez o quince vándalos atacan y retroceden, llegan otros más. Un ataque feroz le cae a los servidores públicos. Ellos, replegados detrás de los escudos, soportan y tal vez rezan para que acabe pronto y no tener que actuar, que usar su fuerza legítima. 

En algunos casos, los manifestantes siguen de largo o dan la vuelta. Los policías respiran y esperan, seguro habrá que moverse y en otro punto volverán a encontrarse con sus “enemigos”. En otros casos, la pelea llega a su punto álgido. Hay que responder, avanzar, contener. Siempre son superados en número, pero ni modo, así es y así será. Con armas no letales tratan de dispersar a los manifestantes, pero son muchos y actúan bien coordinados. Llega el momento que había que evitar y un Policía es herido. Los agresores celebran y muchos de los que luego ven el video también. Dirán: “ojalá se muera ese tombo hp”.

Los compañeros corren a auxiliar al herido y ahora son menos defendiendo contra muchos más envalentonados porque pegaron primero y claro, buscan pegar dos veces. Arrecian el ataque. Los policías superados en número se desesperan, sienten miedo, piensan en que es posible no regresar a casa a ver sus hijos. El temor en ocasiones nos da valor y levantan la frente, siguen cumpliendo su deber. Disparan sus balas de goma o los gases. Alguno impacta a un manifestante.

Rápidamente el video se viraliza, en las cada vez más temidas y desprestigiadas redes sociales. Es editado y solo muestra el “ataque, la represión, el abuso de la fuerza”. Un manifestante herido o muerto les sirve aun más para ratificar su discurso de odio.

El policía será investigado y seguro sancionado por defenderse. Paradojas de la protesta en Colombia.

Y entonces, ¿qué hubiera hecho yo si fuera alguno de esos policías? No sé, normalmente soy cobarde, así que es poco probable que hubiera podido ser tan valiente. Eso sí, tengo claro que si puedo defenderme lo haría. Ante la protesta legítima respeto, pero cuando hay un solo encapuchado y el primer vidrio roto esta pierde toda validez. Dios y Patria a todos los policías del país.

Desde siempre Colombia ha estado dividida entre buenos y malos. En los últimos años se ha ido vendiendo la idea de que todo lo que tiene que ver con lo público hace parte de la segunda categoría. La Policía ha perdido credibilidad por algunos casos, siempre trato de pensar son aislados, en los que su comportamiento no es el correcto. Por otro lado, hay un sector social y político feliz estigmatizando a los uniformados y fomentando el odio. Las protestas, que no son nuevas, terminan inevitablemente en una confrontación, plan bien orquestado porque al final, sea lo que sea haga la institución será mal visto y reiniciará el círculo vicioso de dividirnos.


@DiegoMorita






miércoles, 28 de abril de 2021

Algunas ideas (sueltas) sobre Petro y el paro

Petro va a ser el próximo presidente de Colombia. Cada día que pasa, y que nos acerca más a las elecciones, ratifico esa idea, ese desastre.

Como paliativo a lo anterior, después del mareo, digamos que ante una posible segunda vuelta, en la que Petro está fijo (regresan las ganas de vomitar), habría una oportunidad de derrotarlo. Sin embargo, ninguno de sus posibles rivales, de los que hoy se perfilan para intentar competirle, tiene la capacidad de generar consenso y unir a todas las fuerzas políticas. 

Claro, se puede dar el todos contra Petro, y de acuerdo al rival funcionar. Arriesgado, pero en ese momento seguro la única salida viable.

Lo ideal es que Germán Vargas Lleras levante el brazo y se anime a ser candidato. Es el único con el conocimiento del Estado necesario para tomar las riendas del país y mitigar los problemas que afrontamos. Digo mitigar, no solucionar, porque este país no lo arregla nadie solo, sino la sociedad entera y comprometida, pero aquí ya sabemos que a muchos (la pandemia es la mejor radiografía) no les interesa que avancemos y que nos convirtamos en una mejor nación.

Lo de Vargas Lleras será tema para más adelante, pero ahí queda la inquietud.

Volviendo a Petro, si llega a la Casa de Nariño, recibirá un país en caos. Un caos, en mucha parte generado por él, que desde el 8 de agosto de 2018 no ha dejado ni un minuto de fomentar. En campaña permanente, como dirían los consultores, Petro ha estado cavando un profundo hueco de desolación, rabia y malestar en el corazón de sus simpatizantes. Repetir, repetir y repetir, porque algo les queda, que todo está mal y que él, que su Colombia Humana, es el bien que necesita el país. 

Petro es la muestra clara de la oposición porque sí y porque no. Y es tan evidente, que ni siquiera un problema de talla mundial, una pandemia que a diario mata miles de personas, le permitió hacer una pausa en su rencor y en el fomento al odio de clases que bastante bien estudiado tiene desde su paso por el M-19. Ha seguido, ya sea desde Bogotá o Florencia -Italia, no Caquetá-, abriendo más la brecha y dejando claro que es el único, el salvador, el superhéroe que el país necesita. Lo peor, es que muchos le creen.

Y gobernará a placer, quién sabe si solo por cuatro años. Y digo a placer, porque quienes sean su oposición no tienen la capacidad de pagarle con la misma moneda, esa de convocar paros, protestas o marchas. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: hay que producir, independientemente, y mientras se pueda, de quien sea presidente.

Petro en lo público es socialista y en privado capitalista. Hoy, día de paro convocado por él, estará feliz desde su casa de varios miles de millones de pesos viendo cómo el vandalismo se apodera de las calles. Trinará desde su iPhone mientras se toma, quizás, un whisky 18 años. Él, tranquilo, verá el fruto de su esfuerzo de todos estos años materializarse y sonreirá con las arengas de los protestantes que reflejarán el inconformismo frente al gobierno. Capitalizará el descontento y dormirá feliz. No pensará en los miles de afectados que dejará la jornada de hoy y las que vienen si el paro es indefinido, porque no le importa, él necesita la coyuntura negativa y que la protesta sea lo más caótica posible.

Petro es el titiritero. Mueve los hilos de un montón de cuerpos sin cerebro que le sirven de tabla de resonancia para vomitar su retórica trasnochada. 

El peligro es latente.


@DiegoMorita



jueves, 18 de febrero de 2021

Comprobado: el tamaño NO importa

El debate continuará eternamente, pero se ha comprobado claramente: el tamaño NO importa.

Puede ser muy grande, que implique usar ambas manos para sostenerlo o tan pequeño que toque buscar una lupa para poder verlo, no importa, el placer es igual.

También ha quedado aclarado que el goce es independiente de la duración. Puede ser larga o corta, el sentimiento de pasar bueno es igual en ambos casos. 

Algunos negacionistas levantarán la mano y dirán que no, que es imposible lo que aquí estoy diciendo, pero ellos seguramente no se han dado la oportunidad de experimentar con uno grande o uno pequeño, con el de larga duración o el de apenas un corto momento. Y que los hay los hay, porque no todos se arriesgan a explorar de forma diferente y a salirse del molde. Les da pereza.

Sin embargo, mucho podrán rechazar los hechos fácticos, pero eso no hará que la evidencia se vuelque a su favor.

Señoras y señores, el tamaño NO importa, porque un libro de 1800 páginas o de apenas 30, les brindará mucho placer, uno inimaginable y que se irá descubriendo párrafo a párrafo, página a página. Al terminar, tendrán sensaciones extrañas, angustia, dolor, tristeza, alegría. Tal vez no les haya gustado del todo lo que leyeron o quizás no querían acabar nunca, pero al cerrar ese libro regresarán a la realidad después de un viaje extremo sin salir de casa.

Lean, lean y lean, no se arrepentirán.


Diego Mora

@DiegoMorita




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