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lunes, 10 de marzo de 2025

Medellín y su basura

 Primero: Daniel Quintero, sin duda alguna, es el peor alcalde que ha tenido Medellín (por lo menos de los que me han tocado). Dejo esto claro, para que, si alguien lee esto, no piense que lo estoy defendiendo y, además, porque a pesar de que trabajé en Terminales Medellín y en el aeropuerto Olaya Herrera en su administración, eso no cambia mi opinión de él. (Si me preguntan por qué trabajé en su administración si tan malo me parecía, les digo que fue lo único que me salió en esa época dura de la pandemia y pues el arriendo no se paga por arte de magia).

Segundo: No voté por Fico,  aunque lo apoyo, lo hice por Paulina Aguinaga, pero mi decisión de voto no se basó en que no creyera en el actual alcalde, simplemente –excúsenme aquí la posible incoherencia- era claro que iba a ganar y mi voto no le haría falta, pero a Paulina uno más le serviría para afianzar su proyecto y perfilarse como una mujer con todas las capacidades para gobernar a Medellín. Creo en ella y espero que podamos verla en la próxima contienda electoral.

Dicho lo dicho, me duele el estado actual de Medellín y me refiero a lo sucia y maloliente que está.

No sé si Quintero también dejó en una pésima situación a Empresas Varias, creería que sí porque la mugre empezó en su gobierno, pero ya han pasado 15 meses desde que, como magistralmente lo define Pacho Santos, se fuera “esa cutícula que se corta y vuelve y sale, que solo es un estorbo que no sirve para nada”, por lo que endilgarle la culpa de las basuras por todos lados y el tufillo a podredumbre que hoy ostenta la ciudad, creo que no es correcto. 

Hablo con conocimiento de causa y con dolor del basurero que hoy parece Medellín. Salgo a correr por muchas calles de la ciudad y no hay sitio por donde pase, sin importar la hora o el día, en que no haya pilas de basura y mal olor. Entiendo que la logística de recolección no es fácil y que nuestra cultura puede llevarnos a sacar la basura cuando no es, pero hace pocos años Emvarias funcionaba como un relojito y hoy tal parece que la pila se le acabó y no ha habido quien le compre una nueva.

Esto que escribo sonará a una crítica despiadada (aunque tal vez mi prosa no alcance para tanto), pero lo que quiero es poner de manifiesto un problema que no podemos convertir en algo normal y en el cual todos somos responsables. En lo personal, hago mi tarea de reciclar y disponer correctamente los residuos que produzco, lo cual es lo mínimo que cada uno debería hacer, mucho más los establecimientos de comida, por ejemplo, en la carrera 70, una de las calles más sucias que normalmente me encuentro.

Si Emvarias tiene horarios que son conocidos por todos, pues hagamos lo posible por disponer las basuras el día y hora que son, así evitamos que se multiplique la mugre y lo que esta trae consigo. Si cada uno hace lo mínimo y el Estado es capaz de hacer lo propio, en muy poco tiempo podremos volver a llamar a Medellín la tacita de plata.

jueves, 6 de febrero de 2025

Un gobernante con los… bien puestos

Los colombianos siempre hemos necesitado gobernantes con pantalones y no tibios demagogos que con sus ínfulas de redentores nos vendan humo como si fuera el elixir para solucionar nuestros problemas.

Dicho esto, y para que quede claro que voy a hablar del gobernador de Antioquia en esta columna, Andrés Julián Rendón sí que tiene los pantalones bien puestos y no le teme a la impopularidad asociada a las decisiones y posiciones que el ejercicio del gobierno implica tomar. Lo demostró en Rionegro en donde contra viento y marea, ante una oposición poco inteligente que pretendió frenar el desarrollo, transformó esa ciudad del Oriente antioqueño.

Andrés Julián, desde el 1 de enero de 2024, al posesionarse dejó clara su línea de trabajo: “dejar hasta el último centímetro de piel” por Antioquia. Esto, inevitablemente, lo lleva a tener que hacer una defensa férrea de los intereses de nuestro departamento, máxime, cuando desde el gobierno nacional no se cansan de demostrar que para nosotros, los paisas, poco o nada hay.

Pedirle al gobierno de Gustavo Petro que cumpla con lo mínimo ha sido el pan de todos los días desde el despacho del piso 12 de la Gobernación de Antioquia. Honrar los compromisos adquiridos por la Nación con el túnel del Toyo, con las vías a su cargo, con la seguridad, hacen parte del discurso diario del gobernador, y así debe ser, aunque por las características de quien vive hoy en la Casa de Nariño, los pedidos lleguen a oídos sordos. Igual, esa tarea hay que seguirla haciendo, porque Antioquia lo merece y porque hace parte del ADN de Andrés Julián.

El gobierno de Petro va mal, no estoy dando ninguna primicia, e incluso en el show que vimos de consejo de ministros él mismo, no se sabe si en un acto de transparencia o de infinita torpeza, salió a decir a boca llena que de 195 compromisos adquiridos con el país, solo 49 se han cumplido, es decir le faltan 146 a poco menos de año y medio para terminar el gobierno. No hay que ser matemático para concluir que el balance final del tan prometido “cambio” será en números rojos.

Y ahí, Antioquia se ve altamente perjudicado principalmente en dos temas: las obras que le hace falta a la Nación por terminar en el Toyo y las vías al Suroeste. En el primer caso, y con el decreto de aplazamiento de recursos, la instalación de equipos electromecánicos en la nueva vía al mar, queda en el limbo. A esto se le suma, la no priorización de lo que falta por construir en el sector 2 del tramo 2, aun a cargo de Invías (4,2 km que incluyen: 7 puentes, 1 túnel de 402 metros y un falso túnel de 60 metros), y que, a pesar de todos los esfuerzos del Departamento por avanzar con las otras obras, si el gobierno no se pellizca, dejará el proyecto estancado.

Con respecto a Pacífico 1, en este importante corredor que conecta al suroccidente del país con Antioquia hace falta construir el intercambio Primavera y 3,2 km de vía en doble calzada, que tienen un valor aproximado de $738 mil millones. Así mismo, con una inversión aproximada de $800 mil millones, se requiere la construcción de un retorno en el sector de Paso Nivel y para ajustar, falta un puente sobre el río Cauca que permitirá la conexión de Pacífico 1, 2 y 3 con la vía al mar (Concesión Mar 1), cuyo valor aproximado es $200 mil millones. Para estas obras el gobierno Petro ha dicho que no hay plata.

En fin, el panorama no es muy alentador, pero es necesario tenerlo siempre presente para no caer en la narrativa que la izquierda intenta montar y en donde procura culparnos a los demás de todo lo malo que está pasando.

Afortunadamente en Antioquia tenemos un gobernador con los pantalones bien puestos y con la capacidad para enfrentar las amenazas que llegan desde Bogotá con temple y carácter.

PS: Por espacio no mencioné la cátedra que diera el gobernador en Támesis sobre cómo se defiende a un departamento, en este caso de las Appa de Petro para el Suroeste antioqueño. La cosas como son. 

jueves, 30 de enero de 2025

¡Con la izquierda ni a la esquina!

 Millones de colombianos sabíamos que un gobierno de izquierda iba a ser un desastre y mucho más un gobierno de izquierda con Gustavo Petro a la cabeza. Lo que no sabíamos o imaginábamos, es que sería de tamañas proporciones y que la palabra desastre, para definirlo, se quedaría corta.


¿El cambio llegó? ¡Claro que sí! La cuestión es que no todo cambio es para bien y hoy, después de dos años y medio, vivimos en un país con más dificultades, con más pobreza, con una economía que pende de un hilo muy delgado, con un retroceso en seguridad que nos lleva recordar los peores momentos de la década de los 90, con un atraso en infraestructura a todos los niveles y con una polarización más marcada y promovida por el propio Presidente Petro, que ha preferido dedicarse a pelear que gobernar (claro, lo primero es más fácil que lo segundo).


La decepción es generalizada. Conozco muchas personas que votaron por Petro confiando en su prometido cambio, en que el país necesitaba refrescarse con un gobierno de izquierda y hoy, algunos de ellos, asumen el error de su voto y se arrepienten, porque no ven cumplidas las promesas que les hiciera el candidato Petro. Lo que sí ven, es una desconexión total con el país, bajas ejecuciones, escándalos, un discurso tibio que volvió a envalentonar a los bandidos y una arrogancia desmedida de un gobernante que, en ocasiones, pareciera no estar ciento por ciento en sus cabales.


No podemos llamarnos a engaños, Colombia no va bien. La incertidumbre regresó a hacernos compañía y se sienta a la mesa con nosotros todos los días. Surgen preguntas: ¿para dónde vamos? ¿Hasta dónde es posible que llegue esta situación? ¿Habrá punto de retorno o ya lo pasamos? ¿Las respuestas? Prefiero no escribirlas, pues este texto en sí, da cuenta de ellas.


¿Qué hacemos entonces? Sonará fácil o quizás facilista, pero solo nos queda aguantar y tratar de no desfallecer. Solo queda un año y medio del gobierno Petro (tiempo en el que el desastre seguro crecerá y seguiremos cayendo en el abismo) y confiando en que no haya movidas para perpetuarse en el poder, tendremos la oportunidad en 2026 de trepar las paredes y volver a la senda del progreso, que de una u otra manera hemos caminado (así sea poquito).


No nos podemos equivocar. Habrá muchas opciones para elegir y muchos falsos redentores, sobre todo de la misma izquierda que con sus discursos vacíos, pero llenos de lugares comunes y una extrema demagogia, intentarán cautivar a los votantes. ¡Con ellos ni a la esquina!


La derecha tendrá que organizarse, dejar las vanidades y egos a un lado y unirse para derrotar a los aliados de Petro. No pueden darse el lujo de creer que cada uno puede ganar y atomizar los votos. ¡No! Los colombianos necesitamos en 2026 una figura que sepa recoger los deseos que tenemos y que cuente con el apoyo de los demás de manera decidida, sin peleas, polarización ni envidia. Esta es la única manera de elegir a alguien que pueda recuperar la confianza en un país que infortunadamente la perdió.


Por último: el nicho de votantes de la derecha para el 26 es el de los “nadies” decepcionados.

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