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lunes, 10 de agosto de 2020

De Uribe, los odios y nuestro ADN egoísta

               Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,
                                            porque me encuentro unido a toda la humanidad;
       por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

John Donne

 

 

 

Es normal, bastante normal lo que está pasando en Colombia y las reacciones de lado y lado a propósito de la medida de aseguramiento domiciliaria a Álvaro Uribe Vélez. De entrada, debo mencionar que me parece que es injusta y no guarda proporción ni coherencia la Corte Suprema de Justicia al tomar esta decisión, que a claras luces no es judicial sino política.

 

Y digo es normal, porque desde hace muchos años, diga usted desde que alguien quebró un florero (me fui lejitos) pasando por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán (tremendo salto) el de Luis Carlos Galán, la Constituyente del 91, el proceso 8000, la desmovilización de las AUC, el combate frontal a las guerrillas que diera el mismo Uribe en sus dos gobiernos, el proceso de paz con las Farc que adelantó a capa y espada Juan Manuel Santos, Odebrecth, los fajos de dinero recibidos por Gustavo Petro en bolsas plásticas, la elección de Iván Duque como Presidente en 2018, la pandemia por culpa del COVID-19 y llegando a la detención de Uribe, desde hace muchos años, Colombia es un país polarizado en el que los odios e intentar aplastar al contrario, no solo con las ideas, se convirtió en una obsesión.

 

¿Qué hemos logrado con esa polarización? ¡Nada! Solo estar hundidos en las mismas peleas y convertirnos en expertos en señalar y endilgar responsabilidades.


sábado, 9 de mayo de 2020

Duque pone la otra mejilla

El viernes 8 de mayo, el periódico El Espectador de Colombia, publicó su editorial titulada “Una cachetada de Presidencia a los colombianos” que puede leerse aquí: https://bit.ly/3ch9uB2

 

Al final dicen ¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com. Eso hice, pero mi pesimismo indica que no será publicada y por eso la pongo por acá.

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Duque pone la otra mejilla

 

El funcionamiento del Estado no se puede detener. Ni con un virus mortal circulando, ni con terroristas acabando poblaciones, ni con narcotraficantes poniendo bombas en aviones. El Estado debe continuar con su función en época de vacas flacas o gordas. ¿Qué sería de nosotros los ciudadanos si esto no fuera así?

 

El gobierno de Iván Duque, a pesar de lo que dicen las últimas encuestas, continúa en su acumulado con una baja popularidad. Es normal que en época de crisis haya unión y se arrope a quienes deben guiarnos en este duro camino que ha sido, es y será superar la crisis producida por el COVID-19. Pero, para algunos, es imperdonable que Duque, el 8 de agosto de 2018, no hubiera solucionado los problemas estructurales del país, esos mismos que vienen de décadas en las que los gobiernos de turno miraron para otro lado y no hicieron nada. Y es tan imperdonable, que estratégicamente impulsaron y llevaron a la calle a los estudiantes, sindicatos y sectores de izquierda. Hoy, en medio de esta crisis que no sabemos cuándo acabará, ya algunos hablan de salir de nuevo a protestar. ¡Ni modo, esa es la democracia!

 

Ese acumulado bajo es lo que de entrada crucifica cualquier decisión del gobierno y aquí dejo por fuera el manejo de la pandemia. $10 mil millones para comprar camionetas parece que es mucho y un gasto innecesario en este momento. Pero si la decisión se hubiera tomado hace un año o a mediados del próximo, igual habría generado polémica. Aquí el problema, para la oposición, no es la compra ni los recursos sino quién la ordena.

 

Por otro lado, un contrato de $3.350 millones para la “definición e implementación de la estrategia de imagen y posicionamiento online del presidente”, es muy poca plata para armar semejante escándalo. O acaso cuánto gastan Bogotá o Medellín en lo mismo. Tal vez los objetos no sean iguales, pero sí los alcances. Cada gobernante necesita estar vigente y comunicar (la mayoría solo informa) su gestión. Si no se muestra es porque no se hizo y más en Colombia, en donde los ciudadanos poco consumen comunicación pública, entonces toca “a las malas” hacer llegar el mensaje ya sea por los canales tradicionales o por las redes sociales. Ah y no puedo dejar de lado que cualquier gasto en comunicaciones tendrá quienes lo critiquen, porque siempre parecerá innecesario. ¡Cómo si no fuera fundamental para cada cosa que hacemos en nuestra vida tener un buen proceso de comunicaciones! Los que nos dedicamos a esto tenemos todos los días que reivindicar la profesión, tarea nada fácil pero que siempre será apasionante.

 

De nuevo, juega en contra del gobierno el momento de suscribir el contrato. Pero, repito, el Estado no se puede detener. Hay rubros que se destinan para cosas específicas e invertirlos en otra cosa puede ser considerado un delito por la Contraloría. Decir que podían destinarse para algo más, es apresurado y seguro equivocado. ¿Acaso ustedes usan la plata del arriendo para mercar y pagar Netflix?

 

Duque ha manejado muy bien la crisis actual, con altura antes los ataques despiadados y la mala intención de quienes añoran que le vaya mal. Afronta el día a día con valentía y le pone la otra mejilla a quienes lanzan golpes por doquier para intentar derribarlo. Podemos estar en desacuerdo con algunas decisiones pero las acatamos. No es el momento de buscarle la caída y criticarle al gobierno que siga adelante en su funcionamiento. Claro, a papaya dada papaya partida y esto será caldo de cultivo para quienes les importa más su ego personal que el bien general del país.

 

Diego Mora

@DiegoMorita

 

lunes, 4 de mayo de 2020

Una nueva normalidad

El anhelo no debería ser regresar a la normalidad. ¿Estamos seguros de querer volver a lo que éramos antes de la pandemia? ¿Al egoísmo, al individualismo, a la falta de solidaridad, al daño permanente de la naturaleza, al consumismo desmedido? Sí, me refiero a la generalidad negativa, porque lo bueno no se cambia. Si funciona, déjalo como está, dicen por ahí.

Contadas excepciones -gente sin remedio, eso sí por miles y en todas partes, pero no importa-, hemos aprendido la importancia y necesidad de darle, como humanidad, otra orientación a nuestras prioridades. Nos dimos cuenta, o mejor dicho ratificamos, que lo más importante es tener salud. De nada sirven 10 carros en el parqueadero, propiedades por todo el mundo y ropa para cada día del año, si estás enfermo y nada puedes disfrutar. Volver a lo esencial, a lo básico, entregarle el poder a lo simple es nuestra ruta de escape de esta telaraña en la que nos habíamos metido voluntariamente. Telaraña sin valores, sin principios. Telaraña asquerosa que llamamos felicidad o tendencia o estar a la moda.

Nuestra vida no volverá a ser como antes y afortunadamente es así (los que eso quieren allá ellos). Este golpe del destino -si eso existe- tiene que servirnos para algo. No puede ser posible que después de aprender a vivir con lo que no tenemos queramos salir, como si fuéramos hormigas huyendo del fuego, a conseguirlo. Nos mandaron un mensaje, alguien o algo, y sería una falta total de sentido común no recibirlo, no analizarlo y no actuar en consecuencia.

No quiero decir que todo debe cambiar (si nos reinventamos todos quedamos igual, ¿no?), habrá cosas que tengan que hacerse como siempre. Por ejemplo, manejar nuestro carro, echar gasolina, insultar al imbécil que se atraviesa y le importa cinco causar un desastre, etc. Al final a lo que me refiero no es a nuestro proceder material sino al espiritual. Este virus debería ayudarnos a ser mejores personas. No es fácil, implica cambiar nuestra naturaleza, desde adentro, desde el alma -si eso existe- y no solo, como ahora, nuestro comportamiento.

Y es que las muestras actuales de cambio, me late que son más una moda que una realidad. Eso de aplaudir, de las clases gratis por redes sociales o de la unión de artistas para hacer conciertos tendrá que acabarse y no dejarán nada. Lo que sí puede dejar algo es pensar más en el prójimo, ayudar realmente, y no para la foto, a quien lo necesita, ser conscientes de que debemos cuidar el medio ambiente, aplicar la suma de individualidades para que el colectivo crezca. Eso es lo que necesitamos porque al final ahí está el verdadero cambio.

La pandemia no acabará con la maldad. Los bandidos seguirán en lo que mejor saben hacer -daño-. La corrupción seguirá rampante. Eso no cambiará en 2020, así como no cambió en 1918 con la gripe española, y tampoco cambiará en 2100. Lo que sí puede cambiar es nuestra forma de enfrentarnos a estos males para tratar de mitigarlos, pero eso será tema para después o para acuñar la frase de moda: “ustedes no están preparados para esa discusión”. Ja, ja, ja.

Los mejores deseos para todos. Creo que desde el 11 de mayo, en Colombia, acabará el aislamiento preventivo obligatorio inteligente pues no tiene sentido seguir alargando el encierro. El gobierno ha hecho todo lo que está a su alcance por protegernos y muy bien, ahora nos toca a nosotros, a cada uno, seguir por ese camino permanente y a largo plazo del autocuidado: tapabocas permanente, máscara que cubra todo el rostro de ser posible, distancia social y buen lavado de manos. Si acatamos con agrado estas recomendaciones podremos salir de nuevo a las calles y crear una nueva normalidad.


Diego Mora
@DiegoMorita

miércoles, 15 de abril de 2020

Apostarle a perder


¡Es decepcionante! Colombia en plena crisis por el COVID-19, tiene a cierto sector de la sociedad, muy atado al lado izquierdo, a algunos de la derecha y a uno que otro periodista, apostándole a que se pierda.

Es muy claro que todos, ahí no existe distinción, queremos que el virus contagie y mate a la menor cantidad de gente posible. Ese deseo general, y normal si se tiene un mínimo de humanidad, contrasta con la expectativa de que las medidas adoptadas por el gobierno fracasen.

Y es que se hace más fácil apostarle a perder. Conocemos los números de todas las encuestas que ubican al Presidente Duque casi en rojo y hay múltiples explicaciones, subjetivas claro está, para esas cifras: falta de experiencia, la elección de un gabinete muy técnico y cortarle el chorro de “mermelada” a los congresistas. Por otro lado, la estrategia de desestabilización puesta en marcha por Petro es innegable, esto sí tiene pruebas fácticas, y ha calado en ciertos sectores que encontraron la excusa perfecta para salir a las calles e incendiar el país. Con base en lo anterior no cabe la posibilidad de que la aceptación del Presidente sea buena y ahí sí ni modo.

En lo personal decidí apostarle por acompañar al gobierno. No soy nadie, no tengo votos y aunque tenga una marcada tendencia a la derecha jamás he militado en partido alguno. Mi voz la pongo en esta columna, en Twitter, ahora en un podcast y de vez en cuando en videos recomendando libros. No me preocupa tener seguidores, mi vida está en otro lado y no en las redes sociales. Con esto claro, repito que desde el primer día he acompañado al Presidente Duque, he resaltado lo que considero ha hecho bien (aunque el resto del mundo dijera lo contrario, incluso mis amigos más cercanos) y he criticado lo que no me parece acertado (licencia que nos tomamos la mayoría de los colombianos y mucho más si tenemos Twitter).

¿Duque se ha equivocado? Sí. ¿Pudo hacer las cosas de otra forma? Sí. ¿Debió elegir al principio algunos ministros más políticos? Sí. ¿Y mil cosas más? Sí. Pero es él quien toma las decisiones, tiene en cuenta a sus asesores y al final, con base en su criterio, da la línea. Y en medio de esta pandemia hemos podido evidenciar que algunas cosas que pudimos pensar eran errores resultaron ser aciertos. Vemos a los ministros conectados, trabajando duro, dando soluciones y respondiendo con oportunidad y eficiencia (en la medida de las posibilidades) a las necesidades. Todos empujando y buscando el menor impacto del virus y salvar vidas. Sí, este postulado puede que sea muy sesgado pero qué le vamos a hacer, la columna la escribo yo.

Puede que ya suene a paisaje, pero de esta salimos juntos y si tiramos para el mismo lado. Las diferencias siempre existirán, al final así hemos fortalecido nuestra democracia, y no es que deban quedarse callados si no están de acuerdo, pero hay un tiempo para todo y este es el de remar juntos y aportar para construir. De nada sirven los dardos envenenados, las propuestas sin fundamento, resaltar solo lo que no funciona y querer imponer en la opinión pública, fácilmente manipulable, que todo va mal. No, no, no, así no es.

Esta pandemia ha permitido que el Presidente Duque demuestre un liderazgo adecuado, calmado, prudente, abierto. La realidad indica que sus decisiones están dando resultado. Que falta mucho, sí, porque en Colombia nunca será suficiente, pero por lo menos se han implementado medidas que en el panorama que tendremos después del virus, al parecer, evitarán que el golpe sea más duro. Gobernar en este momento no debe ser fácil, pero para eso se hizo elegir, para timonear a un país que el 99% del tiempo navega sobre aguas turbulentas.

El gobierno tiene una responsabilidad enorme y llegará el momento de calificar su actuación. La oposición y quienes le apuestan a perder también serán evaluados, aunque al final por su mala leche, poco importe esa nota.


Diego Mora
@DiegoMorita



sábado, 28 de marzo de 2020

Liderazgo -A propósito de la pandemia-


“Tendremos un futuro funesto
 si cada cual no está atento y dispuesto
 a cumplir con su deber”.

Demóstenes - 351 a. C.


Es posible que la palabra liderazgo se mencione a la par, en medio de esta crisis, que coronavirus o COVID-19. Pasa lo mismo, tal vez, con fake news o noticias falsas o información falsa. También le podemos sumar la desinformación, para que identifiquemos claramente el flagelo que nos azota. (Tema de una próxima columna).

No cabe duda: esta pandemia puso a prueba nuestra estabilidad e inteligencia emocional, nuestra capacidad para tolerar la frustración e incluso, para usar -por fin- una palabra también de moda hace algunos años: nuestra resiliencia. Se supone que de esto vamos a salir -ni idea cuándo- fortalecidos, convertidos en mejores seres humanos y con plena conciencia de lo que el planeta necesita de nosotros. Se supone…

En cada ciudad confinada por culpa del COVID-19 (se escribe en mayúscula según la RAE) algunas personas han puesto su creatividad al servicio de los demás con el fin de hacer más llevadero el aislamiento. Cantantes en los balcones, policías en las calles animando a los vecinos en sus casas, artistas en las redes sociales haciendo conciertos, escritores haciendo lecturas de sus libros. Es como vivir en un mundo ideal en el que todos nos sentimos unidos, así estemos lejos.

Pero no todo es color de rosa. Desde nuestras tribunas propias, y haciendo uso de la libertad de expresión, gracias al tiempo que hoy sobra, estamos siendo más agudos y críticos con nuestros gobernantes. Los cuestionamos y exigimos decisiones rápidas. Es el liderazgo lo que ponemos a prueba y ese es el reto de ellos, cumplir con las expectativas que tenemos, teniendo en cuenta que muy poco nos dejará satisfechos.

Existen diferentes tipos de liderazgo, aunque sin importar en cuál podamos rotular al alcalde de nuestra ciudad o al presidente del país, siempre vamos a exigir resultados y mucho más si sentimos que tenemos carencias económicas, sociales o culturales. No obstante, la personalidad de los líderes, dependerá mucho de lo bien que puedan ejercer sus cargos.

Colombia, el país más diverso del mundo (pero ya no el más feliz, ¡chanfle!), también cuenta con diversidad de liderazgos. La crisis mundial por el coronavirus ha permitido que conozcamos más a fondo de qué están hechos quienes nos gobiernan. En septiembre de 2016, Alfredo Paredes* publicó en la revista Forbes de México dos artículos en los que escribió sobre los estilos de liderazgo político.

En la era actual, la del COVID-19, y como tenemos más tiempo para todo (los días parece que duraran 100 horas, es más ni sabe uno en qué día está porque todos son iguales), he analizado, a la luz de la categorización de Paredes los liderazgos de nuestro país y algunos de afuera. Eso ha motivado que me siente a escribir. Escribir ayuda a que nos distraigamos, igual que leer, escuchar música y pintar, porque no podemos estar confinados todo el día a escuchar noticias.

Los tipos de liderazgo son**: auténtico, carismático, eficiente, mesiánico, visionario, oportunista, populista y estratega. Miremos aquí, desde mi óptica, a quienes más de han destacado desde que empezó la pandemia. Ellos son: Claudia López, Alcaldesa de Bogotá, Daniel Quintero, Alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria, Gobernador de Antioquia, Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, Donald Trump, Presidente de EEUU, Nayib Bukele, Presidente de El Salvador e Iván Duque, Presidente de Colombia.

Ojo, cuando digo “destacado” no necesariamente positivo. Cada uno los puede calificar.

AUTÉNTICO: Consideran su origen e identidad como la base de su persuasión. Son mujeres y hombres forjados por su propio esfuerzo, orgullosos de su cercanía, empatía y nacionalismo. Se identifican con sus comunidades, conviven cercanos al pueblo, son representantes auténticos, sin poses ni exageraciones. Su discurso es entendible para todos, se expresan, mueven, hablan, comen, visten y se comportan como cualquier otro ciudadano. Su normalidad y sencillez son la base de su popularidad.
Aníbal Gaviria: aunque tengo mil reparos en el estilo de gobierno que tuvo como Alcalde de Medellín, pues considero que delegó mucho el liderazgo, no puedo desconocer que frente a lo que se avecinaba con la pandemia actúo rápido y con autoridad. Lo ubico en este estilo porque su naturalidad no tiene duda y a pesar de tener asesores, su esencia desde que tengo referencia de él, es la misma. En una escala de 1 a 5, a la fecha, lo califico en 4.
CARISMÁTICO: Surgen de la personalidad, el estilo y la presencia. Son políticos que ejercen una atracción especial, a veces subjetiva, casi mágica sobre las masas. No pasan desapercibidos, muestran control absoluto de sus emociones, estabilidad, seguridad y aplomo con los que convencen. Son casos ejemplares a seguir. El pueblo aspira a ser como ellos dado que llenan el imaginario social de fantasías.
Nayib Bukele: el Presidente de El Salvador es un fenómeno absoluto. Su popularidad ronda el 90% y su liderazgo antes y durante la llegada del virus a Latinoamérica es de admirar. Fue el primero en blindar su país, en tomar decisiones difíciles, impopulares para cierto sector de su país (la oposición que tiene es bastante insensata) pero necesarias. Hoy, El Salvador tiene un número muy bajo de contagios, 13, y ha logrado identificar los posibles infectados para cerrar rápidamente el cerco al virus. Bukele ha liderado de manera eficaz y los salvadoreños se ven reflejados en su mandatario. Es un comunicador excepcional. Con 38 años de edad, este joven presidente es la evidencia de que se gobierna con el pueblo y para el pueblo. Lo califico con 5.
EFICIENTE: La característica primordial de estos políticos es la capacidad para resolver problemas, cumplir metas, lograr y demostrar resultados. La ciudadanía busca aquí seleccionar un gerente, un administrador especialmente honesto. Estos líderes tienen gran energía para conducir, motivar y comprometer a sus equipos, son emprendedores, innovadores, ejecutivos del sector público.
Iván Duque: no ha sido fácil para el Presidente de los colombianos afrontar esta crisis con unos índices de popularidad bajos. Sin embargo, considero que lo ha hecho muy bien, con inteligencia y mesura para tomar decisiones. Tal vez a los ojos de muchos algunas medidas llegaron tarde (cerrar aeropuertos) pero estoy seguro de que actúo pensando solo en el interés general. Hoy el país parece estar bien preparado para afrontar el peor momento de la pandemia, el cual será cuando lleguemos al pico de los contagios y el sistema de salud realmente deba actuar como un reloj y salvar vidas, muchas vidas. Lo califico con un 4.5.
MESIÁNICO: El arte de la persuasión emocional. El discurso es profecía, la palabra dogma y las ideas vienen de lo sobrenatural. Son idealistas, emotivos, patriotas e inconformes natos. Son los defensores a ultranza de los oprimidos, los desposeídos, los desarraigados y los discriminados, surgieron del pueblo y siempre estarán a su lado. El mesiánico es víctima, carga las laceraciones y las cicatrices de su pueblo. Los discursos suelen ser piezas invalorables de retórica, inspiración y poesía.
Andrés Manuel López Obrador: es un desastre completo. No le ha importado jugar con la vida de los mexicanos y ha subvalorado (al igual que Jair Bolsonaro, Presidente de Brasil) la magnitud del virus. Sus mensajes han sido confusos y sus apariciones públicas erráticas. Es el ejemplo del liderazgo negativo. ¿Por qué lo ubico aquí? Basta leer la definición de este tipo de liderazgo para ver su cara pintada en cada palabra. Ojalá el impacto para México no sea el que parece va a ser. Lo califico en 0.
VISIONARIO: Este estilo lo dominan los políticos que aprovechan las coyunturas en las que los ciudadanos están buscando cambios. Capitalizan la inconformidad de la gente asumiendo como oferta el signo del progreso, la innovación y la evolución. Proponen cortar de tajo con el pasado y abrirle camino a lo nuevo. Es un emprendedor, un explorador, alguien que invita a la aventura, que le ofrece a la sociedad la oportunidad de abrir mercados, nuevas ideas, nuevos horizontes.
OPORTUNISTA: Saben aprovechar el momento, subirse en la inercia y dominar el arte de la improvisación. Suelen producir buenos dividendos para los osados,  miméticos, actores y calculadores que sepan encontrar las rendijas por las cuales pueden concretar sus ambiciones personales.
Claudia López: con la Alcaldesa de Bogotá me pasa algo muy peculiar. No me gusta su estilo, no de ahora sino de siempre, pero procuro ser objetivo en el análisis. Al inicio de la crisis, ella vio la rendija por la cual meterse y “pegó” primero en el país. Tomó decisiones, lanzó propuestas (algunas irresponsables) e interpretó el sentir ciudadano, lo mismo que supo hacer en la campaña electoral y lo cual le permitió ganar el segundo cargo más importante (de elección popular) del país. Ella en su discurso encarna lo nuevo, el cambio de paradigmas.
Sin embargo, y aunque pueda sonar a contradicción, el querer liderar en la crisis, por encima de sus competencias y apelando a su popularidad, la ubica también en el estilo oportunista. Cada paso que ha dado ha sido calculado, cada frase, cada gesto y sin duda esto tiene una meta muy clara, ser la primera mujer en ganar la presidencia del país. Hoy, Claudia siembra con su estilo lo que podrá ser su cosecha para las elecciones de 2026. A hoy la califico como visionaria en 4 y como oportunista, por la estrategia, en 5 -desde otra óptica sería 0- (lo cual no quiere decir que esté de acuerdo con su actuación, no soporto a los oportunistas). ¡Qué paradoja es esta señora!
POPULISTA: El líder populista debe ser popular. Forjado en la parte amplia de la pirámide social, conoce a fondo la problemática nacional, la ha vivido y el pueblo lo reconoce como uno de los suyos, lo aclama, lo sigue y lo defiende de sus detractores. Su propuesta es clara y simple. Vive en la cuerda floja todo el tiempo.
Daniel Quintero: el Alcalde de Medellín tiene experiencia en lo público, su hoja de vida lo respalda. Sin embargo, creo asumir un cargo tan importante no fue fácil. Pero eso ya no importa, lo relevante aquí es que al inicio de la crisis se mostró dubitativo, como la mayoría, y posiblemente tomó malas decisiones. Esto sumado a que la ciudad venía atravesando un problema de calidad del aire que con miles de improvisaciones lo tenía en el ojo del huracán. Quintero ha demostrado, eso sí buena voluntad (no se le puede desconocer), infortunadamente en tiempos de crisis eso no basta. Ser un mal alcalde de Medellín es muy difícil, pero en este tiempo en que la ciudadanía cada día es más crítica, no se puede apelar al azar para que te ayude a gobernar y mucho menos dejarle todo a la emocionalidad. Los mandatos locales recién empiezan pero ya enfrentan la crisis más grande, quizá, de su cuatrienio, la cual les puede servir para consolidarse o fracasar. Lo califico con un 3.5.
ESTRATEGA: Los estrategas representan la operación política. Son hábiles para sentar acuerdos, sumar fuerzas, manejar conflictos, mover a las masas y hacer uso de las tácticas necesarias para enfrentar a sus adversarios. Su vestimenta es impecable, exquisita, refinada, distintiva. La dicción profunda, concreta, precisa. Antes de ser populares son respetados. 
Donald Trump: en plena campaña para reelegirse y con los demócratas enredados mirando cómo van a competirle, Donald Trump sin duda solo cabe en esta clasificación. Aunque haya cometido el error de no darle la importancia al virus desde el principio, poco a poco ha ido conduciendo la crisis. Le juega en contra que ya EEUU es el país con más contagios y su curva apenas va subiendo, lo cual indica que la situación en unos días será dramática. Trump, se ha enfocado en no dejar que la economía se caiga pues no es un secreto que para el estadounidense mientras haya empleo lo demás es subsanable, incluso una pandemia como la actual. La historia, pero antes los votantes, nos dirá si las decisiones de Trump fueron las acertadas. Lo califico con 2.5.
Para finalizar, cuando hablamos de un líder, según Paredes, debemos tener en cuenta su discurso, la oferta, propuestas, trayectoria, objetivos, contexto, posicionamientos, ideología, formación, valores, perspectiva, proyectos, programas y su personalidad.


Diego Mora
@DiegoMorita
dimora1977@gmail.com

*Los dos artículos de Alfredo Paredes se pueden leer aquí:


**Resumen de los tipos de liderazgo copiado de La silla vacía


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